dijous, 11 d’agost del 2011

11/8/11


Sobre las 12 del mediodía de ayer sonó el teléfono. Heloise se puso al aparato. Quien quiera que fuese colgó. No habían pasado cinco minutos, y volvió a sonar. Heloise había subido a las habitaciones. Diga?... Greenleaf?... Quién es?... Dickie Greenleaf?... No, se equivoca. No es aquí… Yo no estaría tan seguro, monsieur Ripley. Tengo algo que puede interesarle. Al caer la tarde en el café Vic… ¿Quién era, cariño?... No sé, colgó. Debió equivocarse de nuevo... Hay gente que necesita un descanso. Cómo se puede tropezar dos veces con la misma piedra?... Y hasta tres, Heloise. Y hasta tres. O eso dicen… Heloise preparaba el equipaje que llevaría por la tarde al aeropuerto. Ella y su amiga habían organizado una de sus acostumbradas escapadas de "adolescentes". No más de tres o cuatro días, me dijo. Sabes?, te acercaré con el coche… Oh, Tom, eres un cielo…

Cuando llegué al café, la luz del sol espejeaba libremente entre las ramas del parque. Sentado en la terraza, y totalmente absorto en la verdosa luz crepuscular de su absenta, estaba uno -el más alto, el del codo accidentado- de los que seguí en el mercado el miércoles pasado. Me senté en una mesa cercana para que advirtiera mi presencia, pero no movió ni una pestaña. Pasado un buen rato comprendí que no era él a quien buscaba. Pero en todo momento tuve el presentimiento -últimamente tengo demasiados- de que quizás su pareja me observaba desde algún ángulo oculto. Pero por qué. Qué puede saber de ti, una pareja encontrada al azar en un café? Oscurecía. Si de caídas de la tarde se trataba, esta estaba ya por suelos. Y nadie se presentó. Subí al coche y volví a casa. Hacia las 10 de la noche, el teléfono volvió a sonar. Sí?... Greenleaf?... Ya le dije que se equivoca… Entonces, por qué estuvo esta tarde en el café?... Llevé a mi esposa al aeropuerto, y decidí dar una vuelta por la ciudad. Quién es usted? Qué quiere?... Ya le dije que tengo algo que puede interesarle… Si no es más explícito, será mejor que acabemos esta conversación… No tan deprisa, monsieur Ripley, últimamente mucha gente anda interesada en el expediente del caso Greenleaf. Lo sabía?... Qué quiere insinuar, Sr…?... No insista, digamos que soy Dickie, Dickie Greenleaf y le llamo desde el pasado… Y colgó.

He de reconocer que estoy cansado. Que estas llamadas del pasado -quien quiera que sea, no sabe lo acertado que ha estado por llamarla así- no acaban sino engendrando nuevos pasados de los que huir. Y comprendo que todas estas huídas, o mejor, que esta clase de huídas son siempre hacia delante. No hay retorno. No es mi conciencia. El pasado es el que no me deja ser feliz.

T.R.

2 comentaris:

Concha ha dit...

yo creo que Ripley tiene conciencia porque si el pasado no le deja ser feliz es que tiene algún escrúpulo...¿no?veamos por dónde sale ,lo tiene dificil ,aunque para él todo es un reto,y le gusta vencer.beset.

Lapsus calami ha dit...

A mí me da que sólo le preocupan los problemas que su pasado genera, y que siempre generará. Duerme bien por las noches.