divendres, 5 d’agost del 2011

5/8/11

El chalet suizo del doctor Grey, de aquí

Cuando Larsen dijo que nunca querría encargarse, por un instante dudé si Verdoux... Qué importaba quién echara tierra al asunto. Pero hay asuntos y personas con los que más vale no improvisar, y Henri es uno de ellos. Lo de la morfina lo soluciono yo, pero el resto… No sabría decir en qué momento la cosa se nos fue, se me fue, de las manos, pero así fue. Todos tratando de evitar ese infierno tan temido, y fuimos a caer en él, o más bien, fue él quien nos cayó encima. Desde el primer momento tuve reticencias con lo de las imágenes. Puedo entender que quiera estafarle con lo del oro, pero el chantaje… Y ahora hay un sucio asesino entre nosotros. Que no todos son iguales, los asesinos. O eso creo.

No pasa un día sin que recuerde a la muchacha. Dorian saliendo por el jardín y ella girando el rostro hasta clavar sus ojos en el tipo de la ventana, el ciclista. Y después apareció, y cómo, en el galpón del río, quién puede hacerle una cosa así a tanta belleza. Y aquí empezaron nuestros problemas. La receta del opio y las fotos, todo en el mismo sobre. Qué era ella? Cómo llegó a juntarse una realidad que tan lejos vivía de la otra y de la otra, ella misma, en aquel cadáver anónimo descrito con pereza por el forense?...

Maigret no ha perdido el tiempo. Pasó esta misma mañana. Sabe, -me dijo- esta calle tiene algo extraño. Rue de l'Absinthe, jamás oí hablar de ella antes, y en pocos días es la segunda vez que llego hasta aquí. Y una agradable sensación de déjà vu, y el mejor pernod de mi vida recorren mi espinazo. Qué dice a esto, doctor?... [Siéntese, comisario… Gracias, la última vez que nos vimos yo me llamaba Maigret… Pero hoy resolví ascenderlo. Ya sé lo que lo trajo… Maigret quedó dudoso ante las butaquitas doradas. Siéntese en cualquiera -le dije-. Si la rompe me hace un favor. Y ante todo, ¿qué tomamos? Estoy pasado de ginebra… No vine a beber… Ni tampoco a contarme que en horas de servicio nada de alcohol…](1) Sólo me enseñó la prescripción con mi firma, nada de lo otro. Pero nunca indico el nombre del paciente, el fármaco viene a máquina y la firma es un cuño desdibujado con membrete que cualquiera podría encargar en la papelería de al lado. [Eso no lo escribió nadie, nunca, y nadie me lo contó](2) ¿Quiere decir que desconocía este asunto?... Qué asunto, comisario. Qué quiere decir?... Usted dijo que sabía lo que me traía aquí. Imagino que sus amigos de la morgue… No, se equivoca. Pensaba en Dorian, un paciente. Un chico difícil, al que le ha dado por decir que es americano y que se llama Tom. Creí se hubiera metido en problemas. ¿La llevaba un muerto?... Muerta. Y debería verla para comprender que a veces necesitamos decir la verdad…

D.G.

(1) El texto entre corchetes es copia prácticamente literal de un fragmento del cuento El perro tendrá su día de Juan Carlos Onetti. Se le puede encontrar en la edición de Lumen, año 1979, pág. 331. La razón por la cual el doctor Díaz Grey desea hacerlo pasar como propio, escapa a la modesta inteligencia de este compilador de dietarios. Agradeceré al apócrifo lector de estas líneas tenga la amabilidad de indicar posibles causas.

(2)Por segunda vez, el doctor Grey transcribe una frase del citado cuento, ahora de la pág. 333

2 comentaris:

Concha ha dit...

seguiremos leyendo a ver que pasa con esta maraña de personajes...muy interesante!!!

Lapsus calami ha dit...

Sí, yo también tengo curiosidad por ver qué pasa y quién es el asesino. Sigo traduciendo...