divendres, 19 d’agost del 2011

19/8/11


Veremos cómo se toma Maigret su cese. Cuando me lo dijeron esta mañana me quedé muy extrañado. No, las piezas del puzle no van a ser las habituales. Y es que esta realidad se me escapa. Durante años, y aunque admita algunos sobresaltos, las cosas parecían obedecer a una lógica interna que las animaba y las ordenaba. Yo conocía esa lógica y el ajuste final se producía sin mayores consecuencias. La vida parecía haberse instalado en una especie de quietud inamovible que recordaba la sólida lámina de un mar en calma.

Pero pasan los años, y yo, que creía que esa sensación iría en aumento consolidando un bienestar casi anodino, compruebo cómo el desasosiego se instala en casi todos mis movimientos, incluso en los más fútiles: encender la lámpara en la inicial penumbra del atardecer, abrir el libro que deseo leer o el cuaderno en donde anoto estas palabras. Y entonces, bebo. Bebo, no por sed. No por emborracharme. Bebo, porque la mecánica de llenar el vaso derramando el alcohol sobre el hielo que antes puse me relaja, me da una tregua necesaria. Y no necesita mi decisión consciente. Como un amor envenenado. Bueno, como el amor. Y sólo entonces, puedo coger la pluma y moverla obsesivamente sobre el papel. A veces hay palabras en esos trazos. La mayor parte de las veces no, sólo es tinta derramada, como en aquellas sangrías de la medicina del pasado pero que aquieta mis temores. Sí, el miedo me atenaza, me invade incluso en las decisiones más banales. Y mi cinismo languidece ante tanta inquietud.

Qué fácil es ser un cínico con el miedo de los demás. Dorian debería preocuparme. Pero me aburre. El acoso al que dice estar sometido. Esa estúpida idea del cuadro penitente que se le ha metido en la cabeza. Llámeme Tom, doctor -insiste una y otra vez. Pero dame alguna razón, le digo. Hágame ese favor, doctor Grey, es muy importante para mí. Dame un porqué, sólo te pido eso. Hoy por hoy, no puedo, doctor… Y así un día y otro. Pobre muchacho, qué realidad estará viviendo para necesitar tantos subterfugios. Como yo, como tantos que no somos sino un conjunto de sortilegios.

Larsen llega de aquí unos días. Dice que igual necesita salir del país y que ha pensado venir a saludarme. Veremos qué pasa con su saludo. Dice que le busque un club de billar, que viene justo de pesos -él siempre habla de pesos- para el viaje. Vaya novedad. Preguntaré a los chicos por los billares, alguien sabrá el club apropiado para Larsen. Un club donde seguro que nadie habrá oído hablar del dry de Noilly-Prat.

D.G.

2 comentaris:

Concha ha dit...

todos tienen miedo,un miedo patético y egoista ,el miedo de la gente sin escrúpulos por salvar no su honor sino su cabeza.

Lapsus calami ha dit...

Siempre he creído que cuanto más crueles son más miedo encierran en su interior. La cobardía es la madre de muchas vilezas